Además de pintora, grabadora, actriz y modelo, Hilda Fuchs tiene una prolífera faceta de autora literaria que se plasma en multitud de poemas (no publicados por deseo de ella misma), textos para la reflexión acompañados de ilustraciones, colaboraciones en medios como el periódico de arte argentino "Brújula" (con la columna "Desde Madrid en negritas") o el libro "Exposiciones Universales. El mundo en Sevilla" de Luis Calvo Teixeira (1992, Ed. Labor, RTVE y EXPO'92). En solitario, destaca su libro de cocina "De pie y cominedo".

PRÓLOGO DE LEOPOLDO ALAS

ALTA COCINA DE ANDAR POR CASA

LA PINTORA Hilda Fuchs nació en Argentina de padre austriaco vienés y madre suiza de Basilea. Fue actriz y modelo y, en un recorte que conserva del primer anuncio para el que posó, con un peinado soufflé genuinamente sixties, se parecía una barbaridad a Kim Novac. Hoy se da un aire con Gena Rowlands y en su rostro conviven una dulzura casi sentimental con la fuerza de la independencia, la misma que reflejan las mujeres de sus últimos cuadros. Hilda es una mujer cosmopolita, una intelectual vitalista e inquieta que rebosa curiosidad por las artes y las letras.

Este libro, "De pie y comiendo", es su primera experiencia como escritora. Y no es casual que haya elegido el género culinario para estrenarse, porque está convencida de que todos los pintores son buenos cocineros, además de advertir las semejanzas que existen entre ambos mundos: los ingredientes son como los colores de la paleta, que permiten infinitas combinaciones y matices; mil olores sutiles impregnan tanto la cocina como el estudio del pintor. Hilda creció entre cacerolas y se familiarizó desde muy pequeña con los secretos de la cocina, observando el trajín que se traía su madre en los fogones de leña, viendo cómo guisaba, cómo organizaba la compra o cómo desplumaba a una gallina. Aprendió a cocinar porque le gustaba y porque lleva muchos años haciéndolo. En realidad -dice-, cualquier persona que disfrute cocinando y que haya acumulando experiencia suficiente está capacitada para escribir un libro sobre el tema.

Pero "De pie y comiendo" va más lejos. Se trata de un libro de cocina, sí, pero con mensaje. Treinta y seis menús de cuatro platos cada uno: el entrante para abrir boca, un postre al final y, entre medias, dos platos que no son ni un primero ni un segundo, porque lo que Hilda nos ofrece son ciento cuarenta y cuatro recetas de buffet. Y ése es precisamente el mensaje: las ventajas del buffet que están implícitas en estas páginas y que son las que han movido a la autora a escribir un libro como el que ahora tienes, lector, entre tus manos. Mientras que una mesa no admite a más de diez comensales, el buffet permite invitar a muchas personas heterogéneas sin tener que pensar en cómo sentarlas para evitar fricciones entre ellas y conseguir que la reunión se a un éxito. Permite, en definitiva, saltarse la etiqueta, sustraerse al ritual burgués que exige un orden riguroso en la sucesión de platos y una compostura. En un buffet, los invitados tienen libertad absoluta para relacionarse entre sí y movilidad: pueden ir y venir, comer de pie o sentados, servirse la cantidad que deseen de lo que más les apetezca y en el orden que prefieran. Y encima, da menos trabajo a la hora de recoger, puesto que los propios comensales se ocupan de apilar los platos sucios en la cocina, que es donde generalmente se colocan las bandejas con los alimentos. Después de haber asistido –aparte de haber sido anfitriona en muchos de ellos– a todo tipo de buffets (populares, culturales, aristócratas), Hilda Fuchs ha comprendido que se trata de una celebración que trasciende las clases sociales, que impone su libertad total sobre las etiquetas y las normas, desclasada, interclasista y siempre libertina.

El buffet es una puesta en escena sin trabas que permite jugar con la decoración –manteles, telas, vasijas con fruta, jarrones con flores–, que admite las ideas más heterodoxas o peregrinas. En un buffet nada tiene por qué ser uniforme, ni las personas que asisten ni la cubertería. Y ya que he mencionado los cubiertos, debo decirles que para comer cualquiera de los paltos que se incluyen en los treinta y seis menús de este libro no se necesita usar cuchillo, porque Hilda no ignora que, mientras que el tenedor –por su curvatura– se mantiene en el plato sin dar problemas a los invitados que vienen y van, el cuchillo es un auténtico engorro porque suele escurrirse. He aquí, pues, treinta y seis sugerencias exquisitas –con seis ilustraciones distintas de nuestra querida pintora cocinera y escritora, autora también de la portada– que jamás podrían dar lugar a una noche de cuchillos largos. Alta cocina de andar por casa para gente pacífica y sociable.

Un buffet es ante todo una fiesta, el pretexto ideal para relacionarse. Cuando mira hacia atrás, Hilda se pregunta cómo es posible que su generación se haya aburguesado tanto de los sesenta a esta parte, asumiendo de tan buen grado el mismo protocolo que denostó aquellos años y al que se enfrentó con rebeldía. Y afirma que en esta era de individualismo mal entendido en la que la gente ha dejado de relacionarse como antes, los buffets son la mejor forma de recuperar el tiempo perdido, de intercambiar vivencias con los demás, de ligar y de hacer amistades. Su sueño es un buffet continuo, interminable, en un palacete que tenga siempre las puertas abiertas para que pueda entrar quien quiera y cuando quiera y que, en ese ir y venir de personas, se vaya desgranando, como en un baile, la vida colectiva, que es múltiple y compleja. Adelante, entonces. Hay sitio para todos. Pasen, conversen o guarden silencio, mézclense o manténganse al margen. Pero sírvanse a gusto, por favor, coman y beban a su aire, que hoy invita Hilda Fuchs, una anfitriona de lujo.

LEOPOLDO ALAS
Prólogo del libro "De pie y Comiendo" de Hilda Fuchs.

 

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